Recuerdo meses inermes, sin sustento alguno,
Recuerdo desangrarme impotente, con la mirada de mi madre como testigo.
Mas el cuerpo o el alma insisten en existir,
A menudo cuestiono la autenticidad de esta travesía,
¿Acaso somos solo instinto voraz?
En filosofía, religión, o en el ascenso.
Todo se eleva hacia arriba, algunos hallan deleite en la contienda,
Incluso la fomentan; yo, en cambio, me distancio,
Aprendo y me desvanezco; tal ha sido mi travesía.
Con una libreta sería pleno; ¿por qué retornar?
Aquí, lo he tenido todo; podría recalar en otro sitio,
Reunirme con mi hermana y proseguir mi rumbo.
Hay acontecimientos que parecen ineludibles,
Me resisto en vano.
Es más sosegado que cualquier serie,
Y más íntimo que mi propia sombra.
Creo firmemente en la soledad inherente de nuestra existencia,
¿Quién en realidad se preocupa por nosotros?
¿Quién genuinamente desea conocernos?
¿Quién invertirá su tiempo en leernos, en comprendernos, en abandonar el ego y abrazarnos?
A diario observo personas con miradas ensombrecidas por el peso del mundo,
O tal vez sea mi propio reflejo, quizás aún permanezco tan ciego como siempre.
Dudar de todo tiene su precio. ¿Qué verdad podemos ofrecer?
Adentrándome en el sendero de la existencia, transformándome con cada paso, las vivencias y aflicciones modelan mi destino, afortunado soy, pues mis adversidades y angustias, han esculpido mi ser, tal como se muestra hoy. Mi dolencia y los caminos del mundo me han labrado, en un material extraño, flexible pero recio, tan pragmático como dogmático, rígido pero maleable, he pasado hambre y la dulzura del té en lugares excelentes. Afirmo con valentía que he vivido y aprendido, solo una inquietud me persigue y me insta a escribir, el reflejo en los ojos de quien conmovió mi alma, un misterio profundo que me invita a reflexionar y a sentir. Es arduo comprender los susurros del corazón humano, incluso con todo, algunos optan por marchar, quizás todos anhelamos algo que nos complete y nos inspire, en este cosmos de fugaces momentos y pensamientos por descubrir. Unos tras el oro van, otros sueñan con el porvenir, algunos se dejan llevar por el deseo o la fama, almas nobles que trascienden sobre el cielo, entregadas al prójimo, y unos pocos, eternamente extraviados, hallan su llama en otros. Jamás he hallado mi destino, ni en Dios ni en el culto, ni en un porvenir predestinado que me guíe con certidumbre, solo mi intelecto me acompaña en este periplo incierto, con más interrogantes que respuestas, en perpetua dualidad. Pero si durante años su presencia no he cesado de contemplar, en este mundo de efímeros deleites y pasiones incontenibles, quizás posea un significado más hondo y etéreo, en esos ojos yace una verdad, quizás nunca pueda alcanzar.