Ni el amor que te tengo me permite decirte quién soy.
Yo era el oscuro que se apiñaba en la sangre
y empujaba los muros para escuchar tu sueño.
Tu amor, mujer, me hizo transparente como vidrio, y desde entonces veo mi sombra con la sombra de los que, como yo, vagan por los caminos. Yo era el ruido de la hoja seca al acercarse a la raíz, y tu amor me sacó a la calle, deslumbrado, donde los hombres buscan la forma de las cosas.
Las grandes palabras no entran por el hueco de la puerta. Ni el amor que te tengo me permite decirte quién soy. Tengo un hogar de sombra en el hueco de tu abrazo, y en las noches de estío sueño con mi destino. Mi destino es la sombra que se alarga en la calle cuando el sol se derrumba sobre los tejados.
Las grandes palabras no entran por el hueco de la puerta. Ni el amor que te tengo me permite decirte quién soy. Pero sé que, al alba, cuando los pájaros llenen el aire con su canto de nieve, me hallarás en el hueco de la noche, con el corazón desbocado, buscando entre los ecos el sonido de tu nombre.
-Federico García Lorca