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En la cúspide de la infancia, con once primaveras, conocí a Blanca, esencia de mis quimeras. No fue un lazo completo, poco quedó por compartir, en su misterio, la cortina se alzó para mí.

Con infinita ternura, el secreto me reveló, y en Blanca, confidente, mi alma se espejó. Ella, dos años mayor, y en estatura superior, como madre y escudo, su cariño por mí fluyó.

En su resplandor, en su aura sin par, mi singular musa, en verdad singular. Honestidad su virtud, sensibilidad su don, en sus abrazos, en recreo, hallé mi canción.

Único me sentía, en su abrazo fundido, como si el mundo entero, en nosotros hubiera nacido. Blanca, mi guía y corazón, en la memoria persiste, como un verso que en la brisa, dulcemente me diste.

Mas ahora, en la memoria, su figura se desvanece, como sombra de un ayer que el tiempo enmudece. Blanca, un susurro en el viento, casi olvidado, un eco de un inefable cariño, en mi corazón arraigado.



"El primer amor nunca se olvida." - Eurípides

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